Electric Light Orchestra (ELO), de lo mejor del Rock Sinfónico.
A finales de los años 60 y principios de los años 70 el rock tenía ya suficientes años de antigüedad como para que sus intérpretes y seguidores no fuesen adolescentes rebeldes buscando enfrentarse a sus mayores. Ahora eran ellos mismos mayores de edad, gente madura cuya música era un rock que había alcanzado su madurez y estaba plenamente establecido en el sistema. Los antiguos rebeldes buscaban ahora que su música obtuviese credibilidad cultural y el reconocimiento que nunca antes había obtenido, considerada siempre una música para jóvenes incultos y alocados que solo buscaban pasarlo bien. Así, los músicos más acomplejados por este desdén, apoyados por buena parte del público con las mismas inseguridades, intentaron elevar el rock & roll hasta otras alturas culturales, abandonando la sencillez del rock & roll y el pop para acercarse a sofisticadas instrumentaciones (muchas veces usando instrumentos de una orquesta clásica) o complicadas letras. Llenos de pedantería se acercaron tanto a la música clásica o la concreta como a géneros populares ya aceptados por la intelectualidad, com el jazz, pero siempre usando la electrificación de los instrumentos, muchas veces hasta el paroxismo improvisado proveniente de la psicodelía, del mismo modo que el expresionismo abstracto hizo en la pintura. Las letras eran igual de insufribles e igualmente pedantes (llenas de rollos filosóficos o referencias literarias), buscando el aplauso fácil de los listillos necesitados de aprobación superior para reconocer que algo les gusta. El virtuosismo, que evidentemente lo había en muchas de sus canciones, necesitaba ser demostrado durante mucho tiempo (algunas canciones del rock sinfónico -también conocido como rock progresivo, podían llegar a durar media hora o más), tratando de transmitir algo a sus alucinados oyentes, como si en un dos minutos un buen dotado músico no pudiese demostrar nada. Eran, realmente, una especie de sinfonías de rock, lo que dio nombre al género, o en ciertas variantes operas rock. Los primeros antecedentes vinieron de grupos con ya amplia trayectoria que buscaban, como dijimos, evolucionar y adquirir visos de universilidad y reconocimiento de la crítica con sus nuevas complicadas melodías. Entre ellos los últimos años 60 de grandes bandas como los Beatles, los Beach Boys, los Byrds o los Who, aunque en realidad estaban pasando su propias crisis de identidad con la psicodelía. Los verdaderos pioneros del rock sinfónico fueron grupos como los Moody Blues, Procul Harum, Deep Purple o Soft Machine. Pero las grandes estrellas del género llegaron a principios de los años 70, con Pink Floyd, Frank Zappa, Genesis, Jethro Tull, Supertramp, Electric Light Orchestra, Mike Olfield, The Alan Parsons Project o más adelante Queen, la mayoría de ellos británicos. Todos triunfaron a escala mundial, aunque casi siempre llevando como buque insignia alguna canción menos tostón de lo habitual en ellos en pos de la comercialidad, la posibilidad de ser radiadas y por el bien de la vigilia de sus oyentes. Coparon los primeros puestos de las listas durante buena parte de los años 70 y primeros 80, extendiendo el género a otros paises como Estados Unidos (Kansas, Chicago), Grecia (Aphrodite Child, Vangelis), Finlandia (Wigwam), etc... Pero pronto la gente, siempre con ganas de diversión, empezó a cansarse de estos interminables temas, volviendo al hedonismo y al salvajismo del rock original que ahora encarnaba el punk. Las mismas bandas de rock sinfónicos empezaron a redefinirse, volviendo a cierto despreocupamiento o simplemente se disolvieron (también tuvieron sus trágicas bajas, como la muerte por SIDA del carismático líder de Queen, Freddy Mercury). De las cenizas de muchas de ellas salieron luego grandes estrellas del panorama musical todavía en la actualidad y muy, muy respetadas (aunque algunas no lo merezcan), como Phil Collins, Peter Gabriel, Jeff Lyne, Jeff Beck, Franco Battiato, Vangelis o Demis Roussos, por citar algunos,y también debemos citar que influyeron no poco en el surgimiento de las primera bandas consideradas de heavy metal. Posteriores resurgimientos del rock sinfónico no alcanzaron demasiada popularidad, y cuando lo lograron fue atenuando sensiblemente sus ridículas ínfulas de intelectualidad, pues todo aquel que de verdad posea ciertos dones no necesita demostrarlos con tal vehemencia. No me gustan los sermones, ni siquiera los sermones contra aquellos que sermonean.
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