miércoles, 31 de octubre de 2012

Burlesque

Los espectáculos erótico festivos han existido desde hace siglos, pero si exceptuamos los peores antros de perdición occidentales, eran parte tan solo del folclore popular oriental, con bailes hindús o árabes en donde bellas bailarinas se despojaban de sus velos o hacían la danza del vientre para entretener a la aristocracia. En la Francia del siglo XVIII se importaron estos bailes, a los que se fue dotando cada vez de más elementos abiertamente sexuales, siempre, eso sí, restringidos a una aristocracia que pronto vería rodar sus cabezas. Tras la Revolución Francesa estos espectáculos se universalizaron, moderándose o radicalizándose según el correr de los tiempos o su moral, y para mital del siglo XIX la mayoría de salas de baile y teatros de Francia ofrecían show de bailarinas de can-cán, la nueva moda, en la que las chicas levantaban la falda y la pierna enseñando la ropa interior y hacían gestos entonces considerados obscenos. En las casas de mala nota, algunas chicas no llevaban ropa interior y hacían bailes privados, desnudas. El can-cán se exportó a Estados Unidos poco después, haciéndose muy famosa Songer, una bailarina a la que se considera la primera del paiís en poder levantar la pierna más arriba de su cabeza. Pronto fue tal el éxito del baile que en seguida las ferias ambulantes lo incluyeron en su repertorio, llevándolo hasta recónditos y salvajes terrotorios. El neoyorquino Haymarket, local a medio camino entre sala de fiestas y burdel, se hizo famoso por sus bailarinas, que luego podían hacer un bailes privados, desnudas, en lo que se empezó a llamar peep-shows. Otra famosa bailarina de la época fue la sensual Pequeña Egipto, que causo sensación desde que apareció en la feria mundial de Chicago de 1893, con un espectaculo remembranza de los antiguos bailes exóticos y que la convierten la verdadera pionera del burlesque moderno, y a la que incluso Elvis o otros grupos dedicarían una canción, aunque tuvo tantas imitadores que cuesta decir cual fue la original. Sin embargo por aquel entonces el contenido sexual se fue haciendo cada vez menos sutil y en Estados Unidos destacó por su salvajismo Fátima la Turca. Eran, generalmente espectáculos itinerantes que no solo llevaban números picantes, sino también animales y humanos deformes (lo cual hizo que, por extensión a los espectáculos de baile sensual con prostitutas se le llamase también circus), por lo que la presión de los grupos moralistas y, sobre todo, las acusaciones de falta de humanidad de los promotores de estas ferias, hizo que la mayoría de ellas se cerrasen y se obligase a que estos espectáculos estuviesen regulados en edificaciones de estructuras fijas, principalmente teatros. En Europa estos shows se dividieron en especialidades alejadas del teatro clásico, como el circo, el baile o el humor, aunque aparecieron algunas compañías y locales en Francia que presentaron una miscelanea de todo, incluyendo sus clásicas bailarinas, ahora más ligeras de ropa, herederas del sensualismo oriental y del can-cán, y humoristas verdes. Es lo que conocemos como vaudeville, y luego como cabaret. El primer gran teatro fuera de Francia especializado en vaudeville había sido el Bijou de Boston (1883), propiedad de B.F. Keith, aunque se cuidaba mucho de que los espectáculos no se pasaran de la raya para atraer a todos los públicos. Con el tiempo y el éxito daría lugar a la cadena de teatros RKO, que a su vez daría lugar a su vez a una de las productoras cinematográficas más importantes. No obstante una de las mayores aportaciones de Keith al vaudeville fue la de cambiar la actitud del público, obligándoles a comportarse de forma educada y respetuosa con los artistas (antes era habitual el lanzarles tomates o incluso disparar al aire) si no querían ser expulsados de la sala inmediatamente. De esta forma gente más refinada empezó a ir a los espectáculos de cabaret de Keith y de la dura competencia que le estaba empezando a salir por todas partes. Así es, convertido el vaudeville en un entretenimiento elegante, las nuevas salas se decoraban con exquesito gusto y lujo (muchas veces imitando los viejos teatros europeos) y no solo hombres, sino mujeres acudían en masa a ver los shows de magos, cantantes, malabaristas, humoristas pícaros y bailarinas sexis. La competencia empujó a centrarse en estas dos últimas especializades, volviendose más vulgares los chistes y perdiendo metros de ropa las bailarinas según las exigencias del público. Es en esta fase de los primeros años del siglo XX cuando a este espectáculo se le empieza a llamar hoochy-coochy, en los Estados Unidos principalmente, y risqué en Europa, y luego de forma minoritaria, burlesque. Hubo muy famosas bailarinas de este estilo, como Mata Hari, que recuperó la exótica sensualidad de las danzas orientales, en este caso de Java, pero cuando fue fusilada por espía en 1917 parte de este mundo cayó en el descrédito entre la alta sociedad que antes tanto la había mimado. Después de ello los espectaculos de esta clase cambiaron el formato, presentándose ahora en tres actos: Chistes y canciones verdes (bajándose los pantalones los humoristas muchas veces), una miscelanea, y al final el baile de las chicas, generalmente desprendiéndose de la ropa gradualmente, aunque no llegando hasta el desnudo integral. Algunas ciudades como Covington, en Kentucky ("la ciudad del pecado"), se especializaron en el negocio. Pronto llegaría la reacción conservadora y muchos alcaldes y gobernadores, en nombre de la decencia y el decoro empezarían a cerrar locales, lo que obligó a los artistas a convertirse en nómadas, dando la vuelta a la tortilla otra vez. La llegada de la radio primero y del cine después, como forma de entretenimiento de masas, terminó por rematar el burlesque, debiendo reciclarse hacia el espectáculo erótico -con strip-tease integral incluido- si querían que alguien fuese a verlo, olvidándose del formato de tres actos y yendo directamente al grano. Prosperó este burlesque y uno más clásico y blando durante los años 20 en los locales clandestinos que vendián licor durante la prohibición, pero ya ante público minoritario. Hubo un ligero revivalismo del burlesque clásico a mediados de los años 30 y 40, llegando a éxtremos de porno extra-duro en algunos paises como la Cuba de Baptista, pero la llegada de la televisión en los años 50 y del cine porno en los 70 terminó de rematarlo totalmente, transformándose lo poco que quedaba en los espectáculos de sucedaneo de vaudeville (llamado "revista" en España) que ni tiene gracia ni puede poner palote a nadie sin serios problemas mentales o algun tipo de filia por las plumas y el emperifolle. Pero hete aquí que en el siglo XXI el culto revivalista del movimiento rocker empieza a introducir espectáculos de burlesque "fino" (sin desnudo integral) y gracioso en sus festivales y conciertos, dando un toque pícaro y divertido a los entreactos con chicas con imagen pin-up de los años 50. La cosa cae en gracia y son ya parte habitual de los eventos rockeros, creándose verdaderas estrellas del género como Dita Von Teese, Vinila Von Bismarck y Evita Mansfield (en la foto, gracias Evita), estas dos últimas en España, paradigmas del buen gusto. Desgraciadamente ha sobrepasado a nuestro mundo y los grandes medios se lo cargarán, como hacen con todo lo que tocan.

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