domingo, 4 de enero de 2015

Roz Rurá

La caricaturización de estereotipos populares se remonta a las representaciones teatrales de la antigua Grecia y posiblemente más allá, pero fue con la llegada de la Revolución Industrial a Inglaterra cuando se empezó a establecer una barrera muy definida, tanto en el teatro y la literatura como en otras ramas del arte, entre los valores humanos de la gente incorrupta del campo contra la perversión y deshumanización de la ciudad. Llevado hasta la simpleza (realmente, esto no ha sido siempre así) movimientos literarios ensalzaron las virtudes rurales primero en Gran Bretaña y luego en la mayoría de paises occidentales durante el siglo XIX y primera mitad del XX. Este costumbrismo dejaría un poso tanto en la música como en el cine, y con mayor insistencia en España, que intentaba justificar su atraso crónico encumbrando la vida en el campo a los altares, contrariando a los defensores a ultranza de una industrialización salvaje. Evidente, y más teniendo en cuenta el carácter español, esto no se podía hacer sin chanza, y es así como la copla y otros géneros folclóricos se hacían eco de tales teorías. En el cine no hay muestra mejor que "Nobleza baturra" (1935), defensora con humor y jotas sin fin de las más enraizadas costumbres aragonesas. Pero era en realidad una tragicomedia, y no fue hasta la cima de la carrera del actor Paco Martínez Soria (Tarazona, 1902 - Madrid, 1982) que se popularizaría la figura del paleto de pueblo que, aunque rústico e ignorante de la vida moderna, demuestra finalmente su superioridad moral ante los depravados urbanitas. En películas como "La ciudad no es para mi" (1965), "¿Qué hacemos con los hijos?" (1967) o "El turismo es un gran invento" (1968), por citar algunas, Soria impone su boina, gallao, refajo, alpargatas, botijo y moralidad cavernaria a todo el que se le pone por delante, bondades del despoblamiento del campo ante el auge de las ciudades. Son filmes con momentos graciosos pero que no dejan de ser una moraleja de hora y media. Y aunque quién reía el último era siempre Soria, se vió que el personaje del cateto era una mina humorística que merecía la pena explotar también musicalmente. Muchos lo intentaron durante un tiempo, pero sin el menor éxito o gracia hasta el triunfo de la pandilla La Charanga del Tío Honorio (Luis Gómez Escolar, Honorio Herrero y Julio Seijas, arriba en la foto) durante la época de la transición de la época franquista a la engañifa democrática de mediados los años 70. Este trío estaba formado por antiguos miembros del mítico grupo de protesta folk Aguaviva, y es curioso como de tener muchas de sus canciones prohibidas durante el franquismo pasaron al humor supuestamente fácil que era la parodía de los catetos de pueblo, contrariando totalmente al brutal cambio que se daba en toda las facetas de la sociedad española en esos momentos, incluyendo la música. Presentándose con un aspecto tan tosco y primitivo que parecía difícil identificarles con pueblerinos de los años 70 (pero no imposible. Yo iba entonces con frecuencia a un pueblo toledano de cuyo nombre no voy a acordarme ahora) catalogaron su música como roz rurá, o sea rock rural pronunciado por un paleto, y he de decir que no iban tan desencaminados ni, en absoluto fue su música tan indigna como algunos pudieran pensar. En una época dominada en España por los clónicos cantantes melódicos y las folclóricas más redomadas, aportaron cierta frescura y un trasfondo de rock & roll clásico, si bien es verdad que las letras y sus estridentes rebuznos hubieran estropeado hasta sinfonías de Beethoven. Buena muestra de lo que digo son temas como "Ay cordera" o "Hay que lavaló" (1975), esta última un tremendo éxito nacional que poco dice de la cultura musical de entonces, pero que, visto lo visto hoy, eran momentos envidiables. Paralelamente, La Charanga componía para otros artistas, siempre usando el inmediatamente desfasado argot pasota, destacando su inmortal y festivo "Saca el güisqui cheli" para Desmadre 75, el insuperable macarreo gitano de "¿Qué pasa contigo tío?" (¡Prohibido en USA!), de Los Golfos y "Este gacho se ha pasao" de Los Mozos del Gay Pobre, todas, sobre todo la primera, de enorme éxito en 1975, el gran año del roz rurá. Por cierto, que Los Mozos también grabaron la hoy olvidada "Purita twist". Pero La Charanga no era más que el reciclamiento temporal, para ganar dinero, de unos músicos serios que en seguida la dejaron de lado para seguir componiendo en el anonimato que, gracias a sus hiperbólicos disfraces, habían conseguido conservar. Pero el roz rurá no iba a terminar con ellos, ni mucho menos. Los más dotados cómicos Fernando Esteso (Zaragoza, 1945) y Andrés Pajares (Madrid, 1940), habían ya usado el prototipo del cateto como una de sus principales bazas, aunque de una forma más fina y sutil. Pajares ya había satirizado a rockeros británicos en "Quiero ser Beatle" (1966), había hecho una obra maestra de la música española, "Drácula ye-yé" (1968), por la que nunca ha sido suficientemente reconocido, y había tenido mucho éxito con la chançon "Gigi el amoroso" (1974), sobre un pueblerino de la España profunda que marcha a Alemania en busca de trabajo. En esta, Pajares en ningún momento intenta imitar acentos o reirse de costumbres, solo nos narra en tono satírico la emigración española de la época buscando desacreditarla en pos de un esfuerzo común por levantar el país desde dentro. Luego caería en las bajezas del peor roz rurá con "La Loles" (1976), ya uniformado de cateto, personaje que explotaría hasta la saciedad y del que casi se apropiaría en sus frecuentes apariciones televisivas. Por su parte Esteso, que en su época del teatro de variedades deslumbraba al público cantando el "Twist del pirata" y bailandolo tan frenéticamente que se rumoreó que le había dado un infarto haciéndolo, haría el muy inferior "Mariquita la ye-yé" (1973), pero se convertiría en el mejor exponente del género gracias sobre todo a una canción, la magistral "Bellotero pop" (1975), gran cima del movimiento ye-yé y más rockera que la mayoría de sus coetaneas y que ha sido dada de lado como caspa solo por el hecho, comprensible, del disfraz y la encarnación catetobilly de Esteso. Llegaron más temas de roz rurá de Esteso, pero ya a niveles infrahumanos, como "El destape", "El zurriagazo", o "La Ramona" (1976), este último un éxito monumental que todavía se canta con alegría en cualquier desfase alcohólico. Ni que decir tiene que la mayoría de las canciones que estamos citando, por alguna u otra razón, no podría pasar el filtro del aparato de censura actual del Estado, disfrazado hipócritamente bajo el eufemismo de Comité de Vigilancia para la Igualdad, la Tolerancia y no-se-que-cojones más. Luego llegó el último éxito del roz rurá, "T´has pasao" (1976) de otro maño, Manolito Royo (Caspe, 1951), y después de este engendro murió como género, si es que alguna vez lo había sido realmente, después de solo unos meses de su monstruoso parto. El paleto, no obstante siguió siendo un recurso muy usado, ya sin música, por los humoristas españoles, y el inventor de los monólogos, Gila (Madrid, 1919 - Barcelona, 2001), lo convirtió en uno de sus personajes preferidos tras la vuelta de su auto-exilio en Argentina en 1977 y repitiendo los mismos monólogos, geniales y no superados, eso sí, hasta su muerte. Luego llegaría Marianico el Corto (Zaragoza, 1949), otro maño más de humor casi blanco, que se contrapone al brutalmente soez Sr. Barragán (Barcelona, 1946). El Dúo Sacapuntas (Málaga, 1979-2002) también uso el prototipo de los paletos, aunque se hicieron más famosos con su personaje de toreros, hasta la repentina muerte de uno de ellos, El Pulga, de un infarto. Pajares y Esteso habían unido fuerzas, formando la pareja cómica más popular del cine español, parodiando todos los géneros pero incidiendo en el erotismo y los temas de actualidad durante los años 70, dejando curiosa y creo que sabiamente de lado sus personajes de catetos. En los años 80 separaron caminos y Pajares triunfó ampliamente en su carrera cinematográfica, destacando musicalmente hablando en "Cristóbal Colón, de oficio...descubridor" (1982), donde canta un hilarante fado y el pseudo-rockero tema final "Hemos descubierto América", y muchos años después en "Ay Carmela". Esteso, además, tenía una portentosa voz e intentó llevar una carrera seria pero después de lo hecho era difícil. De todas formas siempre tuvo ocasión de lucirse, y hemos de destacar su tema principal para el film "Al Este del Oeste" (1984), digno de los temas clásicos del western de Marty Robbins, y no exagero, solo que en coña. En cuanto al roz rurá como tal, decir que increiblemente ha resucitado de vez en cuando, como con el tonto éxito veraniego del tema "El tractor amarillo" (1992), de la afortunadamente efímera banda Zapato Veloz, y con "Opá, yo viazé un corrá" (2006), de El Koala, un antiguo cantante punk que ha definido a este infra-género como rock rústico. Después de eso nada, solo el jeta del director Santiago Segura, siempre hilando fino, haciendo un homenaje a Esteso cantando "Bellotero pop" en el infame concurso televisivo "Tu cara me suena" (2011), posiblemente lo único digno que salió de semejante bodrio, por más que a algunos listillos sin sentido del humor les pareciese todo lo contrario.

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