No se trata aquí de hacer un repaso a la historia de los tatuajes, pero si diremos que es una costumbre que se remonta a los primeros pasos de civilización de la humanidad, registrándose signos de hacerse dibujos permanentes en la piel ya en la edad del hielo. Eran dibujos tribales que daban categoría al portador, testimoniando su estrato social, algún logro personal o la pertenencia a algún clan. Con la llegada del cristianismo esta costumbre empezó a ser considerada pagana, empezando desde entonces a cimentar su mala fama las personas tatuadas, algo que en mayor a menor medida se ha mantenido constante en el mundo occidental hasta nuestros días. Sin embargo ya los Cruzados se tatuaban una cruz para ser enterrados cristianamente si morían lejos de casa, quedando la cruz como uno de los tattoos preferidos por todos los aficionados a los dibujos intradérmicos. Mas tarde quedó en Europa casi como una costumbre exclusiva de los marinos (al igual que los pendientes, que significaban que se había cruzado el Cabo de Hornos -si se llevaba uno- y también el de Buena Esperanza -si se llevaban los dos-) que tomaron de la convivencia con los indígenas durante las luchas que españoles y británicos mantuvieron por hacerse por el comercio ultramarino durante los siglos XVI, XVII y XVIII principalmente. Personas espectacularmente tatuadas traídas del ultramar fueron mostradas como curiosidades en ferias ambulantes durante el siglo XIX por Norteamérica y Europa, apareciendo pronto imitadores occidentales y los primeros tatuadores profesionales en puertos de estos continentes. Eran obras simples, normalmente nombres o figuras básicas, pero con el tiempo se convirtió en todo un arte, ampliándose la gama de colores y facilitándose el dibujo gracias a la maquina tatuadora eléctrica que inventó James O´Reilly en 1891. Aun así hasta las primeras decádas del siglo XX seguía siendo considerada una costumbre de marginados, de marinos (siempre mal vistos históricamente) o presidiarios, hasta que la segunda guerra mundial lo extendió también como una suerte de amuleto grabado incluso entre los buenos chicos que iban al frente o hacía la muerte en sus aviones. El nombre de sus esposas o novias acompañado de corazones , chicas guapas (pin-ups) y símbolos de buena suerte (ases de picas, dados, números 13 o bolas número ocho) empezaron a adornar sus brazos o pechos con la esperanza de que les resguardara de todo mal, al igual que previamente lo habían hecho en los morros de sus aviones o tanques. Sin embargo es curioso como los primeros rockeros de los años 50 no adoptaron el tatuaje como una seña de identidad en sus primeros momentos. Tardarían todavía algunos años en marcarse con estos motivos señalados para los años 40 junto a cerezas, llamas, instrumentos y notas musicales, coches, estrellas de cine de los años 40 y 50, motivos animales, etc..., de la vieja escuela (old school) pero cuando se pusieron a ello lo hicieron con verdadero entusiasmo -tanto chicos como chicas- y hoy día es un placer asistir a esas exposiciones artísticas humanas que son cualquier encuentro rockero. Son una verdadera muestra de gusto y reivindicación de unos sentimientos bien consolidadados y sinceros, nada que ver con todos esos maseras con tatús étnicos en el hombro que no saben lo que significa (seguramente "soy un gilipollas") o esas chonis con una mariposa justo donde algún día -pronto- querrán que les pongan la epidural (y no podrán). Para terminar dos anécdotas sobre el tema: Un tipo de Valladolid que se quiso tatuar en el taller de unos amigos nosequé en la espalda y le pintaron una tranca; y una pareja que se tatuó tamaño gigante en espalda y pecho respectivamente, como testigo de su amor eterno, la carátula de la película "Titanic" pero en vez de las caras de DiCaprio y la Winslet, las suyas. Por supuesto al año se habían peleado y tuvieron que ir al tatuador a que les hiciera un remiendo, poniéndoles bigotes y cosas así para hacerles irreconocibles. ¡¡Verídico!!
El festival Ink´n´Iron (California) está dedicado al rockabilly, a los hot rods y a los tatuajes.
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